Erase una vez, unos ovillos de trapillo pidiendo a gritos que alguien los tejiera.
Unas manos tejeriles los cogieron y empezaron con un círculo mágico ...
-de ahí saldría una cálida alfombra para el centro de una sala - pensaron, pero las manos y los ovillos no contaron con que el trapillo no diera para tanto.
Y así fue como el trapillo que iba para alfombra se quedó en mandala.
Un precioso mandala, todo hay que decirlo, pero mandala al fin y al cabo.
Llevo desde agosto sin aparecer por aquí, me está costando centrarme, pero en breve me llegará una ayuda extra de las manos de El Hombre Sapo que con toda seguridad me echaran una mano. No dejeis de mirar todo su trabajo.
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